Plumas santafesinas
Cuando le preguntaron a José Pedroni para quién escribía; si para todos o para sí mismo, el "hermano luminoso", como lo llamó nada menos que el gran Leopoldo Lugones, respondió: "El que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta".
Cuando le preguntaron a José Pedroni para quién escribía; si para todos o para sí mismo, el "hermano luminoso", como lo llamó nada menos que el gran Leopoldo Lugones, respondió: "El que escribe para todos no escribe para nadie, y el que escribe para sí ha elegido el peor interlocutor, ya que a la gente no le interesan las tribulaciones personales de un poeta".
Quizá, en esas palabras de Pedroni esté la clave para entender de qué se tratan esos asuntos de escribir. O como dijera alguna vez otro grande de la poesía santafesina, el sanjavierino (o sanjavielero para los lugareños) Julio Migno Parera, distinguido por la BBC de Londres, pero casi ignorado en su tierra: "Saber sentir es la clave, con oído y corazón atentos".
Hondos asuntos que hay que vadear con mucho cuidado y sin presunciones a la livianita; porque he visto a más de un baqueano errar el paso e irse al fondo como plomada.
Por eso, y porque siempre viene bien tantear la correntada antes de largarse a cruzar sin saber nadar, veamos qué hacían con su pluma estas "dos cordilleras" de las letras argentinas, como bien calificó mi amigo Orlando Vera Cruz a Don José y Don Julio:
De Pedroni...
CONFIDENCIA
En fragante mudanza el limonero
destaca tu rubor.
Tú no sabes, amiga, pero hueles
a limonero en flor.
En un tronco caído una avecilla
le hizo casa al amor.
Tú no sabes, amiga, pero anidas
lo mismo en mi dolor.
Del arroyo una fría pedrezuela
me trajo el pescador.
Guardé la piedra en mi cerrada mano,
y sentí su frescor.
La harina del molino me empolva el alma
la harina de tu amor.
En el monte encontramos uva crespa
y una flor y otra flor;
Cada flor con tu aroma y cada uva
con tu mismo sabor.
Con su fresco algodón venda la piedra
el musgo trepador.
También es como el musgo tu ternura
en mi piedra interior.
Por el camino baja suavemente
un lugareño son.
Así también, amiga, tu palabra
baja a mi corazón.
Y qué miel libaron de esta maravilla los cantores...
De Migno Parera...
LA MIEL
Le preguntaron a la abeja:
¿Qué es la miel?.
La abeja levantó vuelo sin responder
y un zángano que allí estaba dijo:
"Yo contestaré...
La miel es polen y flores
que en celdas se ha de poner
y así, volando y libando,
se hace la miel"
¿De ánde sale el azúcar
que le da la exquisitez?
"Ah... -dijo el zángano al punto-,
yo sólo la sé comer.
Y uno de tantos del pueblo dijo:
"Yo contestaré:
trabaja y vuela la abeja
y de su entraña al nacer
sale de dolor y esfuerzo,
la rubia y sabrosa miel;
ésa que el pueblo elabora
y el zángano ha de comer".
Aprendamos, aprendamos
si aún hay tiempo de aprender.
Que mueran todos los zánganos
y sólo coma la miel
el pueblo que la elabora
del alba al anochecer.
El chamamé, ese misterio correntino
Me voy a permitir aquí, de puro metido nomás y con el perdón de los chamameceros de puro cuño correntino, hablarles del chamamé. Nada menos.
El chamamé, esa mágica mezcla de música y pertenencia a un terruño, único e irrepetible ensamble del hombre con vaya uno a saber qué misterios componedores de una melodía, un ritmo que no sólo se ganan en el alma y en cada fibra del correntino, sino que, en algún punto de la emoción que sólo él conoce, le hacen disparar ese grito breve, profundo, sofrenado a flor de labios que llaman sapucai.
El chamamé, sin dudas la expresión más genuina del ser y el sentirse correntino, ecuación invariable en quienes han nacido en esa tierra colorada, como si con su tinte quisiera hacer saber que es parte misma de la sangre de esos hijos que nunca la abandonan, por muy lejos y mucho tiempo que anden fuera de ella.
El chamamé. Casi siempre sencillo y llano en el decir, pero tan hondo y tan caro al sentimiento de quien lo toca, lo canta o lo baila, que basta un solo acorde saliendo de una "acordeona", una guitarra o un bandoneón, para que instantáneamente se cuelgue del aire una suerte de comunión religiosa entre el correntino y esa música que le es tan propia.
Y para no entrar demasiado en la hondura, que es para el entendido y yo soy mojarra, para lo playito, qué mejor que ver y oír a estos cuatro próceres chamameceros como son Isaco Abitbol, Roberto Galarza, el Gringo Sheridan y Antonio Niz hacer chamamé en rueda de amigos, lejos del lucerío de los escenarios y donde se muestra el más puro sentir musical de los correntinos: el chamamé, su chamamé...
De lo mejor de la vida
Se me está haciendo la noche / en la mitad de la tarde / no quiero volverme sombra / quiero ser luz y quedarme.
Cuando
Daniel Reguera escribió esas palabras para su "Quiero ser luz", una de
las más bellas zambas que se hayan compuesto, sabía que iba a morir
pronto. Estaba apenas en la mitad del camino cuando una cruel enfermedad
le hirió de muerte el cuerpo y el alma. Pero su corazón poeta y
guitarrero hizo que ese dolor se convirtiera en algo bello, algo que
trascendería a la oscura muerte para ser por siempre una luz que
brillara en cada cantor, en cada guitarra.
Seguramente, para todos los que pulsamos una encordada, esos sublimes, luminosos versos de Daniel habrán de ser los que nos alumbren, también, cuando se nos haga la noche del silencio final.
Seguramente, para todos los que pulsamos una encordada, esos sublimes, luminosos versos de Daniel habrán de ser los que nos alumbren, también, cuando se nos haga la noche del silencio final.
Gracias, querido poeta.
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